A veces ocurre que vemos muy errado cómo se comportan otros, nos parece tan incoherente su modo de conducirse que nos cuesta creer que actúen de la manera en la que lo hacen. Nos supone un conflicto interno aceptar que no vean a los demás, no se hagan cargo de sus responsabilidades o que miren solo por ellos mismos, por ejemplo. Nos cuesta admitir que realmente no perciban las necesidades de otros porque nos parece tan obvia la situación que nos resulta increíble que ellos no sean capaces de verla también y actuar.

Sin embargo, puede que se estén dando diferentes circunstancias: una primera es que la persona esté encerrada en ella misma y no pueda sentir ni empatizar con los demás, por tanto, no pueda llegar hasta ellas, responder a sus demandas o cuidarlas; las personas se cierran porque han sufrido dolor, sobre todo cuando eran pequeños y les cuesta abrirse de adultos. Otras veces lo que ocurre es que su percepción emocional es limitada, solo está orientada a reconocer a cierto tipo de individuos y no puede percibir a otros, aunque se encuentren al lado, esto ocurre frecuentemente en familias, donde unos hijos son preferidos por los padres y madres y otros quedan ignorados. También existen otras personas que no quieren dedicar su esfuerzo a los demás, aunque se lo pidan, digamos que son más independientes, más celosos de su energía así que desde fuera se perciben aislados o egoístas.

Cualquiera que sea la situación la cuestión a veces es observar a los demás sin juzgarlos, poder entender porqué actúan como lo hacen y también poner límites si es necesario. No sabemos cómo otro vive su vida, ni qué le ha hecho encerrarse o no responder a las demandas externas. Solo podemos intentar gestionar la situación, respetarle y si realmente nos importa explicarle desde el no juicio qué necesitamos de ellos y si es posible obtener una respuesta.