Hoy que llueve pienso que también así es el “darse cuenta” en el autoconocimiento. Cuando analizamos aspectos complejos de nuestra vida, pequeños trozos de verdad van cayendo sobre nosotros como gotas de lluvia calando esa rígida estructura que llamamos identidad.

Con el “darse cuenta” estos aspectos de nuestra existencia que no hemos podido ver van permeando nuestra esencia hasta que su peso ya no se puede obviar. En ocasiones desatan una tormenta interior en toda regla y no podemos parar de llorar, otras veces directamente consiguen abrir un rayo de luz que nos ilumina entre tanta nube.

Ese caer lento del «darnos cuenta» de cómo es nuestra existencia va permeando la dureza de nuestra coraza, la que llevamos todo el día puesta para que el vivir no nos haga daño. Y es curioso porque la solidez de esos parapetos que nos montamos solo se pueden deshacer con las lágrimas, como la lluvia.

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