Solemos tener tendencia a enfocar nuestra atención hacia lo que va mal, lo que falta, lo que está creando una disonancia en nuestro modo de comprensión sobre cómo funciona el mundo. Con estos pensamientos nos desgastamos y nos metemos en una nube de negatividad con la que viajamos todo el día.
Este tipo de pensamientos tienen una atracción terrible, ya que con ellos podemos justificar constantemente que no podemos tomar las riendas de nuestra vida: nos quita fuerza de acción, minimiza nuestra responsabilidad, hace pequeña la capacidad de nuestra conciencia para remover voluntades… Pensando mal, entrando en un ciclo de desesperanza, de asqueo por lo que no funciona bien, damos poder a los pensamientos fáciles, cómodos y recurrentes que nos abocan a quejarnos y a la apatía.
Si enfocamos nuestra atención hacia lo que sí hay, lo que existe, lo que funciona, lo creado, lo conseguido por pequeño que sea siempre seremos victoriosos, siempre seremos los ganadores, siempre saldremos triunfantes, aunque sea de algo tan pequeño y potente como superar nuestros pensamientos día a día.
Las batallas son propias y a veces lo más pequeño puede ser realmente épico en la historia de una persona.