En los últimos tiempos he podido observar cómo tendemos a aumentar el control sobre nuestra vida. Este control se revela, no solo en el modo en que nos aferramos a algo que nos puede dar seguridad, sino también en cómo lo proyectamos en nuestro entorno.

Se ha incrementado la supervisión, chequeo, doble chequeo, recordatorio e insistencia de que las cosas se hagan a nuestra manera. Esto es evidente no solo a nivel profesional, que con las nuevas tecnologías permiten una conexión constante y un aumento de los perfiles de “control” en las empresas, sino también a nivel personal y social: madres y padres más encima de los hijos por las notas, los hábitos de higiene o la tecnología; vecinos pendientes de lo que hacen o dejan de hacer otros durante la pandemia; control sanitario omnipotente sobre la población con el objetivo de controlar el virus…

El control se activa principalmente por el miedo. A cuanto más miedo más control, más querer dominar y tener seguridad sobre el resultado de algo. Y nuestros niveles de miedo como sociedad ahora mismo son muy altos, ya que nuestro andamiaje, nuestro sistema de vida, ha sufrido una gran sacudida. Hemos perdido el apoyo seguro con el que contábamos para poder continuar: trabajo, ingresos, relaciones cercanas, salud en algunos casos… Es normal que nos sintamos inseguros, inestables y con miedo. Es lógico que queramos controlar aquello que podemos, asirnos a un agarradero por pequeño que sea.

La cuestión es que el control y el miedo activan la desconfianza y ésta acaba con nuestras relaciones. La presión ejercida por el control suele provocar que pensemos mal de otros y que nos alejemos de las personas que quieren controlarnos. Con la desconfianza nos encerramos más en nosotros mismos, nos cuesta más abrirnos y explicar lo que nos pasa. También es más difícil llegar a acuerdos equitativos porque necesitamos la seguridad de que las cosas se hagan a nuestra manera. El control puede acabar minando nuestras relaciones más cercanas.

Superar el miedo, volver a conectar con la confianza primero con nosotros mismos, con nuestras capacidades, y después estar tranquilos con los demás es todo un trabajo para realizar en tiempos de cambio: podemos recordar todo lo conseguido, todos los retos superados, confiar en que todos tenemos las posibilidades para salir adelante con más o menos esfuerzo. Es importante ahora mismo mantener los vínculos sanos y fuertes para apoyarnos mutuamente, ya que sosteniéndonos nosotros ayudamos también a que los demás se sostengan. Es esencial confiar en lo que trae el presente, aceptarlo aunque lo percibamos difícil, y ver las posibilidades para poder ir construyendo el futuro que queremos.